Querido humano, gracias por todo tu AMOR
Ha pasado algún tiempo desde ese día en que tristemente nos despedimos y tuve que cruzar el puente del arcoiris...
Me hubiera gustado mucho poder seguir a tu lado pero ahora entiendo que así tenían que ser las cosas, pues la vida debemos disfrutarla a cada momento, el amor debemos aprender a entregarlo por completo y aprender que también debemos recibirlo.
Me acuerdo que el día que llegué a tu casa no sabía lo que pasaba pero me sentía tranquilo porque un humano me llevaba en sus brazos, estaba acompañándome, poniéndome mucha atención, me alimentaba y me daba mucho amor a pesar de ser solo un cachorrito. Sin planearlo llegué a una hermosa familia que me quiso mucho y yo en verdad amé con todo mi ser a cada uno de ellos, pues no les importó mi origen, me querían tal y como era. Me sentía genial.
Me divertía mucho jugando con todos en el patio, yendo por la pelota cada que la lanzaban, persiguiendo a los niños que reían sin parar, descansando al lado tuyo por la tarde sentados en el sillón. Todavía tengo presente aquella ocasión que me enfermé y estuve mucho tiempo acostado, tenía mucho calor y al mismo tiempo mucho frio, me daban medicamentos que sabían raro. Pero lo que más recuerdo es verte a ti a mi lado, cuidándome en todo momento, me decías “no te preocupes, vas a estar bien, yo te estoy cuidando”. Me quedaba dormido tranquilamente escuchando esas palabras y sabiendo que cuando despertara estarías ahí a mi lado.
Extrañamente unos meses después tú te enfermaste de una cosa rara que llaman gripe y estuviste en cama bastante tiempo, me preocupé mucho porque no tenías ganas de levantarte, ni de comer, ni de jugar. No sabía cómo ayudarte así que hice lo mismo que tú hiciste conmigo, me quedé a tu lado acompañándote hasta que te sentiste mejor. Nunca olvidaré tu sonrisa cada que despertabas y me veías ahí junto a ti, solo me decías “muchas gracias” y yo mientras movía mi colita. Afortunadamente unos días después te recuperaste y todo volvió a ser como antes, con los juegos y los paseos y las risas, era la vida perruna perfecta.
Pasaron algunos años, fui creciendo y ocupando un espacio cada vez más grande en el sillón y la cama, muchas veces me dijiste que bajara y durmiera en la mía, pero entendiste que me gustaba estar ahí contigo descansando. Me sentí tan especial cuando, después de tanto insistirte, dijiste “está bien, acuéstate aquí conmigo” y desde ese momento pude pasar a tu lado todas las noches cuidándote y acompañándote.
Al llegar a la edad adulta me sentía todo un guardián, en especial cuando me di cuenta que al saltar era casi tan alto como tú. Durante los días de paseo en el parque otros humanos nos veían y se acercaban a acariciarme, tenía muchos amigos perrunos con los que jugaba a la pelota y a quienes perseguía. Terminaba agotado, pero feliz. Regresábamos caminando a casa y descansábamos sentados en el sillón viendo la televisión o escuchando música.
Los últimos meses de mi vida canina fueron igual de buenos, aunque ya no tenía tantas ganas de correr por todos lados, aún pasábamos mucho tiempo juntos. Caminábamos por el parque tranquilamente mientras veíamos a otros perritos saltar y jugar. En casa me encantaba acostarme por ratos en el sol para relajarme mientras tú trabajabas, hacías comida o algunas otras cosas raras que hacen las personas y yo solamente te veía pasar de un lado para otro pensando: “¡cuánto quiero a mi humano favorito!”
Al final llegaron esos días en los que ya no me dieron ganas de jugar ni de correr, solo quería descansar, comer un poco y tomar agua para poder seguir descansando. De vez en cuando levantaba la mirada hacia ti, te veías preocupado y un poco triste aunque no sabía cual era el motivo. Seguíamos juntos y eso me llenaba el corazón. Entonces un día comprendí que era momento de despedirnos porque mi misión había terminado, aprendí muchas cosas de ti y creo que también aprendiste mucho de mí. Fuimos felices muchos años y era momento de que cada quien siguiera su camino.
En la última tarde que estuvimos juntos, el sol entraba por la puerta del patio donde jugábamos y escuché a toda la familia a mi alrededor hablando amorosamente del tiempo que pasamos juntos. Escuché tu voz a mi lado tranquilizándome mientras me acariciabas, sabía que estabas triste pero ahora no podía hacer nada para alegrarte. Respiraba cada vez más despacio y me quedé dormido profunda y felizmente sabiendo que toda la familia me acompañaba.
Cuando desperté no había nadie conmigo pero me sentía repleto de amor, el sol aún entraba por la puerta y decidí salir al patio, algo me llamaba allá afuera. Al atravesar la puerta me encontré con un gran puente muy hermoso y colorido; todo indicaba que ese era el camino que debía seguir.
Desde lo más alto del arcoiris aún puedo verte y escucharte; me encantaría que me escucharas porque solo quiero agradecerte cada día que estuvimos juntos, todos los cuidados, la compañía y el amor que me diste. Estoy seguro que no pude haber tenido una vida mejor y una familia mejor. Dentro de tu corazón te seguiré acompañando y te seguiré cuidando. Tú siempre vas a ser mi humano favorito.